Desde pequeños vivimos invadidos y bombardeados por los ideales de lo que se debe ser y de cómo se debe ser:

Debemos ser niños buenos y obedientes, niños listos, niños amables….

El mundo que nos rodea, el barrio, el pueblo, la tele, la ciudad…nos dicen cómo debemos ser: debemos ser delgados, debemos ser personas con carrera, las mujeres debemos ser guapas y elegantes…los hombres deben tener dinero, tener un buen trabajo…

Los hombres deben ser hombres y las mujeres buenas madres y trabajadoras y casarse y tener familia y…

Estos ideales extremos nos van aprisionando desde que somos niños por varias razones. Primero,  no permiten que nuestra personalidad se vaya desarrollando naturalmente porque estamos encorsetados dentro de los límites de lo que es ideal…

Además vivimos eternamente exigidos y auto exigidos a llegar donde quizás jamás podemos ni queremos llegar…Ser delgados, tener un buen pecho, ser buenos hijos, buenos estudiantes….buena pareja, familia ideal….

Es una vida de continuas comparaciones con los otros y por tanto, de fracasos, forzándonos a ser distintos a lo que somos y a lo que deseamos.

Cuando la realidad es, que unos somos altos y otros no; unos con más ganas de estudiar, otros más trabajadores; hay mil estilos de ser madre y padre;  hay mil maneras de ser hombres y mujeres; hay mil maneras de ver la sexualidad y de relacionarnos;  hay mil tipos de parejas;  la realidad es que muchas familias no funcionan ni se llevan bien y siguen estando juntas por mantener un ideal absurdo e incluso inexistente.

Los ideales se viven como principios que sostienen nuestra seguridad y que nos guían en la vida, pero cuando son tan extremos e inalcanzables, consiguen aplastarnos y nos hacen vivir amargados y descontentos con nosotros mismos.

Porque quizás el miedo no está en no cumplir con el ideal, sino en creer que los demás no nos van a querer y aceptar si no entramos por el aro de aquello que se nos exige o nos auto exigimos…

Quizás sería una buena idea replantearnos cuales son nuestros ideales y si de verdad merecen la pena y nos ayudan, o ver si existen otras alternativas o maneras de poder ver la vida, aunque no coincidamos en ello con nuestra familia, vecinos, amigos…

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